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]]>Por ello leí, pregunte (aun lo sigo haciendo), busque en distintos autores actuales que convocan a incomodarnos y al mismo tiempo a encontrar algunas claves para pensar desde otras lógicas, caminando por los bordes de aquello que parece incuestionable. Esto permite una mirada diferente, no en relación a la muerte, sino en relación al vínculo mismo con nuestros muertos. Desde lo íntimo a lo común, intentando poner palabras para habitar y atravesar el dolor, aprender a vivir y a morir con otros, dice Vir Cano.
Principalmente necesitamos generar nuevas representaciones desde las prácticas mismas que habiliten la fragilidad de nuestra existencia, por ende, de nuestra finitud. Hay una conciencia mayor de nuestra vulnerabilidad y fragilidad de la vida especialmente ante la muerte de otros y de otros queridos.
Muchos aun conservamos una idea evolucionista de que hay progresión lineal de los procesos, que se avanza, que hay que ir para adelante. Creo que los procesos y en especial de duelo no se rigen por Cronos, no son lineales, se mueven, van y vienen, se doblan, se fugan, duelar también es tramitar la fragilidad, sabernos seres que requerimos cuidado. Nos falta aprender a morir juntos y eso tiene que ver con la vida, es decir que la muerte deje de ser en solitario.
¿Como podemos hacer visible la vulnerabilidad de la vida y al mismo tiempo su potencia? Cuando promovemos practicas colaborativas basadas en redes de apoyo mutuo y democratización de los cuidados.
Pensamos que estas prácticas son arte y como tal nos proponemos una escucha diferente, ampliada, arriesgada dice Najmanovich, desde una actitud de confianza, permitiéndonos ser interpelados por aquello que se nos ofrece, en virtud de quien, ha perdido un ser amado y se vincula con el mismo de otras maneras no pensadas. Acerca una perspectiva posible que, al abordar desde la complejidad de un entramado afectivo, rompamos el encorsetamiento previo que nos empujaba a hacer con el otro la tarea del duelo. Y “lo más rápido posible” de acuerdo a la vertiginosidad de estas épocas.
Lo que propongo es acercarme a esta temática en profunda comunicación vibrátil con otros modos de existencia. Poder generar una tensión con aquello de lo innombrable, donde a cada muerte no siempre le corresponde un nombre. ¿Como se nombra a quien perdió a un hijo? ¿Como a quien perdió a hermanos? Las palabras construyen mundo, así como el lenguaje nos hace compañía porque lo compartimos con otros.
Dar lugar a aquello que se afecta al poner en escena el cuerpo para procesar de un modo singular y disponible el afecto de ese otro, de ese otro que esta duelando, para que surja el milagro de la vida desde las oscuridades cotidianas. Porque el duelo es por sobre todo una experiencia corporal donde el dolor transita. Cuando perdemos a alguien querido, también perdemos siempre algo de nosotros mismos, eso que se va con el otro, eso que éramos junto a los que ya no están y no seremos. A veces la angustia duele agudamente, porque recordamos lo que nunca sucedió, y ello nos enfrenta al trabajo (im)posible de dar lo que no tenemos, hacer lo que no sabemos hacer y decir lo que nuestro muerto ya no escuchará.
¿Como se cuida a quien pierde un ser amado, como se acompaña un duelo de otra forma a la que estamos acostumbrados en esta cultura? Como permitir una trama vital, potente, afectiva, un intercambio, un umbral posible que enriquezca a quien quedo en estas tierras, ampliando la mirada, la escucha de este vínculo particular, para así permitir este religar de diversas formas de existencias, presencias.
Se trata de una mirada diferente, no en relación a la muerte, sino en relación al vínculo mismo con nuestros muertos. Esta mirada cuestiona fuertemente la noción de “hacer duelo”, que empuja al desapego, al avanzar sin mirar atrás, a no quedar detenidos. Vínculo cuya vida es un devenir.
Es una experiencia emocionante poder entrar a mirar ese momento de vida en que nos podemos vincular con la muerte, con nuestros seres queridos muertos. Lo que sorprende es que no tenemos que hacer desaparecer a los mismos, no los tenemos que enterrar, podemos permanecer con ellos. No es una pérdida irremediable, una carencia, es una potencia de vida, un devenir y por ello permite un seguir compartiendo.
“La teoría del duelo, por ejemplo, en la medida en que se funda sobre una exigencia de desapego de los vínculos y no ofrece a las relaciones más que el espacio limitado de los psiquismos, puede constituir un medio mortífero” (Despret, 2021, p. 22)
Se genera la idea de “hacerle” un lugar al muerto. Algo se vació en el aquí y hay que buscar un allá, donde pueda continuar la conversación. Y al cuestionarnos sobre su lugar, nos preguntamos sobre el nuestro. Así es como nos convida a hacer una matriz narrativa, elaborando historias que se van engarzando a partir de las que le preceden. Y que se van conectando formando un tejido
Según un sistema binario, el muerto es quien deja de existir verdaderamente o no es más que un producto de la imaginación. Pero aquí se está hablando de lo que está más allá de esta polarización. Recordar, como un acto creativo, va más allá de un mero acto de la memoria. Es fabular, proponer una leyenda, “instaurar” según Despret, recomponer relatos, historias que los incluyen. No estar muerto para nadie es justamente el riesgo de los muertos: la nada.
Y es detrás de esta escucha ampliada, que nos vemos interpeladas a dar lugar a la muerte y al vínculo con los que nos precedieron, para honrar y cuidar profundamente esta vida.
Virginia Grosso- Lic. en Psicología
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]]>La podemos describir de otra manera como un tejido de sostén, amparo, protección y proyección donde se ensayan nuestras salidas al mundo, desde la filiación a la afiliación, desde lo fraterno-filial a lo fraterno-fraterno. Ya no fratría sino pares. Es aquí que se anima a pensar en voz alta, se comparte en complicidad sin el miedo paralizante a los prejuicios. La amistad se ofrece como una fuerza potenciadora donde se transita la posibilidad de habitar un territorio diferencial y de diferenciación sin intento de captura o dominio.
En ella se enuncian las diferencias, pero se las integra al tejido, como un matiz que da trama y distingue los colores, de uno y otro hilo del tejido. Aquí la diferencia, más allá de los dibujos que genera, los hiatos que abre, es lo que le da la calidad, calidez y diseño al tapiz, hace lazo. Es un lugar donde se experiencia el ir siendo, el devenir con y entre otros, haciendo una estofa colorida, sabrosa y múltiple. Una pasión alegre que se nos ofrece en estos tiempos para que podamos habitarla como refugio y alimento en un quehacer vincular. La amistad se instala y hace un entre en el que no hay exigencia de homogeneidad, posibilita la práctica de la diferencia, donde hay una afinidad desde la cual se puede dar la con-versación, versar distintas narrativas. Nos espabila en cuanto a la jerarquización de los vínculos impuestos por la cultura, donde pareja y familia aparecen como los únicos dadores de apuntalamiento.
Es una apuesta de disponibilidad, de reconocer los signos en el otro, de confianza y reciprocidad compartido con otras personas, que se da lugar en un encuentro, se riega entre afinidades y se fortalece con el lidiar de las diferencias.
Un entre que está en constante actualización, deviniendo, migrando en el tiempo y las instancias donde se despliega la existencia. Kronos y Kairos deponen su rivalidad y conviven en los recuerdos, se actualizan en las emociones que se siguen celebrando y no litigan por sostener una lógica.
Las charlas se vuelven relatos, las diferentes versiones, que se con-versan, que se debaten poniendo en tensión de que no se va a configurar en una versión única. Las voces, como en el fogón, forman coros de risas, de matices, que enriquecen y modifican las experiencias, una misma historia, da lugar a miles de versiones que cambian en el tiempo y en las personas.
La amistad conserva las tensiones míticas de la magia de lo espontáneo, lo impredecible de lo que está por venir, pero con la convicción de que es un devenir con otro. Exorciza la soledad corpórea e incorpórea, crea proyectos enormes como cruzar los mares con barcos de papel y travesías mundanas, como el comer una ciruela robada del patio de un vecino en una siesta agobiante de verano, recibiendo el frío del suelo y la risa cómplice, re poniéndonos del miedo
Nos preguntamos: ¿es posible plantear la amistad como un espacio micropolítico de resistencia a la fluidez de los tiempos líquidos, los vínculos efímeros y el desamparo? ¿Puede su función social albergar las utopías de un mundo por hacer? Parafraseando a Deleuze, hay que reencantar al mundo para volver a amarlo.
Y nosotras creemos que habitar la amistosidad con una actitud vital y potenciadora que nos devuelva en múltiples y diversos sin necesidad de aniquilamiento, pensamos a la amistad como una utopía posible.
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]]>Hoy, una jornada ardua de trabajo, de encuentros y desencuentros con pacientes, que se acercan a nuestra escucha profesional. Sabemos que no fue un día como cualquier otro. Esta, nuestra hermosa y desafiante actividad, nos sacude cada vez, nos transforma e inquieta y nos empuja a un constante repensar. Así es como en esta ocasión, se disparan algunas cuestiones que nos impulsan a compartirles. Y, es que reverberan sin poder casi evitarlo.
Queremos armar un tejido con palabras sobre lo que muchos dicen sentir por amor, aun cuando no pretendemos ni por cerca intentar generalizar. Ya que, la experiencia de querer a otro con amor es singular, vivido desde la diferencia.
Pero lo que si creemos y sentimos es que si la potencia de crear un vínculo, donde el otro es alojado en su alteridad, y, si es que realmente este lazo está atravesado por la hospitalidad, por la fragilidad de lo finito, sin regirse por una certeza de ser correspondido incondicionalmente, y más aún, tolerando la frustración a las expectativas, entonces sí, creemos que existen como vínculo de amor.
¿Entonces cuál es la visión errada? Muchas parejas dicen amarse y su vínculo está inundado de sufrimientos que no dan tregua, ni descanso. Transmiten una sensación de abatimiento y desgaste en todos los espacios que habitan. Sera quizás, porque no pueden despojarse de la necesidad de empujar al otro para que cumpla con sus expectativas? Descripto así, entendemos este funcionar desde una lógica de lo uno, de lo mismo, que tantos dolores de cabeza nos trae. Aparecen como individuos aislados, empobrecidos, preocupados.
A modo de ilustración invitamos a ver el siguiente enlace: El amor desolado por Jorge Falcón
Una arista disruptiva
¿Cuál es el lazo simbólico que une a la pareja hoy?
Estas dificultades que se entraman en la escena, llena de reproches, sufrimientos, dolores añejos, infidelidades, deslealtades, rompimientos de acuerdos, como un abanico que nos permite pensar la singularidad que atraviesa cada vínculo, en este caso de pareja, les darán la impronta los acuerdos inconscientes y conscientes que los constituyen como tal.
Un tema muy recurrente y de mucho sufrimiento en las parejas son las que cada vinculo denomina como infidelidades. Desde este lugar creemos que las mismas pueden ser pensadas como una de las formas y encrucijadas del amor. Dentro de las complejidades en los vínculos destacamos también a los mandatos y exigencias que obturan la relación y la posibilidad de estimar lo que una infidelidad pueda develar.
Si lo pensamos como acontecimiento, como un hecho que irrumpe, dislocando el vínculo, también puede ser habilitador de nuevas maneras de vincularse. O bien, la posibilidad de pensar la separación a partir de la aparición de esa marca en el vínculo que no puede ser contenida ni soportada en el trabajo vincular. Pues, aparece cada vez para recordarles que no son uno, inundando de reproches y sufrimiento el intercambio.
También pensamos, que estos hechos no escapan a los mandatos ni a la mirada social. Según la norma, es esperable que, ante la infidelidad, haya que separarse, pues es inadmisible esa falta, y, en muchas ocasiones, para suscribir y sostener la pertenencia dentro de un contrato social hay que hacer lo que se espera.
A pesar de ello, nosotras apostamos a que, si es posible bordear los mandatos y hay deseo de seguir trabajando el vínculo, entonces, porque no ponerlo a jugar. En esta época que atravesamos y nos atraviesa, quizás ya no podamos pensar a la infidelidad como transgresión a la normativa, si no las infidelidades según los vínculos les vayan dando lugar
Por lo mismo a veces nos encontramos con otras acciones lacerantes, como el ocultamiento, la deslealtad, que son vividos por el otro miembro como una discontinuidad a la existencia del vínculo, generando un malestar tanto más grande que lo que podría ser un encuentro sexual con un otro.
También es un terrible desafío la presencia de la tecnología en nuestra vida cotidiana, que atraviesa las paredes del espacio terapéutico y allí en ese lugar, aparecen los otros del vínculo traídos como mensajes que necesitan ser leídos y escuchados activamente. Con el uso de las redes sociales, como se piensa los bordes de la intimidad/extimidad? ¿Se puede nominar un hecho novedoso como la infidelidad tecnológica? Pensamos que esto va a depender del acuerdo y del tipo de vínculo que tenga la pareja, y que considera como infidelidad.
“S”: yo soy de las que me das un beso y ya me caso. No podía perdonar una infidelidad, pero tampoco éramos novios para reclamarle, entonces decidí mandarle un mensaje y terminar.
Entramos en un terreno que quizás por lo novedoso, nos sorprende y deja perplejos a cada instante. Uno pone un like en una historia de IG y eso podría significar que su deseo va hacia otra persona, que intenta seducirla aun a expensas de un contrato de exclusividad con su pareja. Las relaciones on line son nuevas maneras de gestar relaciones amorosas, aunque no implique contacto físico.
A relata: “Por ahí una diferencia que se presenta de vez en cuando es el tema del respeto, yo siento que hay cosas que son falta de respeto y el no. Ponele un me gusta a una mina desnuda yo lo veo como una falta de respeto, pero el no.”, a lo que M responde: “yo pienso que siempre uso mi Instagram muy libremente, es decir, para mí un me gusta no significa eso. es porque me gusta la foto nomas, no la chica. De todas formas, como a mí no me modifica en nada, llegamos al acuerdo de que no lo haga, porque realmente quiero que estemos bien los dos, y en las que no coincidimos tratamos de poner de los dos para lograr un nuevo acuerdo”
Las fantasías se expresan a través de miradas de fotos y quedan expuestas. Y llega esa “acusación de infidelidad” a la consulta, invitándonos a pensar nuevos problemas.
Lic. María de Tezanos Pinto (@marytezanos) y Lic. Virginia Grosso (@virgigrosso0)
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]]>¿Qué es el amor?
Creo que, si tuviéramos la respuesta a esta pregunta, perderíamos la potencia de búsqueda vital como seres de pasiones. El primer ejercicio que debemos hacer para pensar que es el amor, es desarmar las representaciones que tenemos asociado a que amor es amor romántico, siempre teniendo en cuanta también que cada concepto tiene sentido en un tiempo histórico que le da su soporte y significación dejando por fuera aquello que no puede ser pensado en esa tiempo y espacio
Para mi el amor tiene que ver con un trabajo que se hace con otros, donde interjuegan variados sentires, desde ternura, paz, alegría, entusiasmo hasta enojos, angustias, malestar. Es un trabajo que debe darle lugar al conflicto que implica habitar la fragilidad de la existencia humana. Se hace entre lo que llamamos vida y muerte y contempla el vínculo multiespecie. Es un trabajo arduo porque implica entre otros procesos la hospitalidad, donde el acto no pertenece originalmente ni al anfitrión, ni al invitado, sino al gesto mediante el cual se dan la acogida.
Amor también tiene que ver con procesos de cuidado, apuntalamiento, discriminación de la diferencia, sostén de vulnerabilidades, amistosidad, todos trabajos que se hace en un entre desde un dos o más de dos, no en uno más uno. Acá podemos recalcar el verdadero sentido de la palabra poliamorosidad, que nada tiene que ver con polisexualidad, esta ultima ligada a una lógica mas de mercado. Lo poliamoroso justamente apunta de desjerarquizar el vínculo de pareja como el único y mas importante, y poner en valor de manera horizontal la multiplicidad de vínculos que podemos habitar dadores de sostén y crecimiento. Lo poliamoroso entonces es poder amar otros modos de vincularse, quitarle el sentido que se le ha dado al amor de propiedad privada y mezquindad.
Entonces amor tiene como condición la fragilidad, la imperfección, la no completud, lo inesperados la posibilidad de inventar en cada encuentro y ser otro con otros. “Que el amor sea lo mejor y lo peor que nos pueda pasar en la vida es un gran problema” dice Vir Cano.
¿El psicoanálisis clínico ayuda o entorpece los lazos?
Esta pregunta me interpela en dos partes. Creo que no hay “el psicoanálisis clínico”, al psicoanálisis hay que inventarlo siempre hay que crearlo para que no se congele en un dogma, es una labor diaria de enfrentarnos con el dolor psíquico a través de los lazos afectivos y afectados entre colegas donde hay espacios de tensión e interrogación. El psicoanálisis ni ayuda ni no ayuda. El trabajo terapéutico vincular convoca a una ardua tarea, una de ellas es reflexionar sobre los vínculos, entre y con ellos, es decir sobre sus condiciones de producción, su devenir histórico, y los distintos modos en que se configuran. Nos vemos interpeladas e interpelados a dar respuestas a diversas situaciones, por lo que tenemos el convencimiento de que es necesario cambiar los paradigmas desde donde pensamos lo ya pensado, lo ya sabido.
Desde la perspectiva de la complejidad, se evidencian las variaciones del dispositivo terapéutico: éste rechina de manera incesante, especialmente al abordar los vínculos en las diferentes configuraciones vinculares. Los modelos tradicionales se ven fragilizados por las exigencias de época y hacen de la construcción de parejas, familias, instituciones y grupos, un desafío constante.
Justamente el psicoanálisis revisitado y repensado de manera constante para salir del modo pastoral para poder alojar los sufrimientos actuales. Complejiza los modos de comprensión del fenómeno humano, al situarlo en los anudamientos de las tres dimensiones de la red sujeto – vínculo – cultura. Estas tres dimensiones se entretejen a manera de una red, indisociables, emergiendo a veces con simultaneidad. Implica una aproximación a la constitución subjetiva donde se reúnen diversas lógicas: lo corporal, el mundo psíquico, la pertenencia a una pareja, a una familia, a diversos agrupamientos, a una sociedad y a una cultura de época.
Nuestra tarea desde el psicoanálisis es contener y transformar las experiencias singulares de sufrimiento y dolor o más que contengan una entidad traumática, para evitar la expulsión pues todo lo expulsado nos empobrece, así enriquecemos su capital emocional y el nuestro tan afectados en el vínculo terapéutico como el/los pacientes que acuden. Apropiarse de lo que se siente para cambiar y justamente fortalecer los lazos amorosos y sociales
¿Con qué cosas nos vinculamos afectivamente?
Si pienso en cosas no pienso en vínculos afectivos, con las “cosas” nos relacionamos en base a una cuestión de necesidad, sirve para, facilita acciones, permite soluciones a situaciones cotidianas, pero no es un vínculo afectivo.
Hay una crisis epocal con complejos modos de vincularidad dónde predomina por un lado el no implicarse emocionalmente o bien taponar cuánta falta este desbordando en un modo pegoteado y sin fisuras. Las redes exacerban estos funcionamientos, pero eso tampoco es vincularse afectivamente.
Vincularse afectivamente implica un hacer con otro/s, haciéndole lugar y trabajando las diferencias, significa estar con otro, no para ni contra otro. Y con esto no solo me refiero a vínculos con otros humanos también la vinculación afectiva es con otras especies, con vivos y muertos y otros modos de existencia que dan valor a la nuestra.
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]]>“Las familias ensambladas son la prueba de lo que quisimos y no pudo ser. Son la prueba de todo lo que podemos desplegar sosteniendo las diferencias.”
Violeta Vázquez – Maria Andrea Gonzalez en Ensambladas. Todo tipo de familias
Parafraseando a Roudinesco en el libro “Y mañana que”, ésta le pregunta a Derrida acerca de qué es una familia y él le contesta que siempre habrá, no la familia, sino algo que llamamos familia, lazos, diferencias sexuales, relaciones sexuales, un lazo social alrededor del alumbramiento en todas sus formas, efectos de proximidad de la organización de la sobrevida y del derecho. Pero está persistencia de un orden no produce ninguna figura a priori de familia.
Según Rodulfo (2013), en general no pensamos acerca de las nociones subyacente con los cuales pensamos lo que pensamos. Poder hacerlo nos habilita un mejor uso de las herramientas con las que construimos y aplicamos los conceptos. Sabemos que el psicoanálisis centró la mayor parte de sus teorías en un modelo de familia moderna, burguesa, endogámica y sacralizada. Ello fue definiendo la idea de amor, de vinculo filial, sexualidad y el complejo de Edipo como nudo central que otorgaba sentido a la subjetividad de cada quien.
Hoy, frente a estos nuevos paradigmas, tecnológicos y sociales inéditos, que fluyen con una rapidez imposible de metabolizar, algunos conceptos funcionan como obturantes para complejizar el pensamiento, excluyendo la contradicción o paradoja. La clínica de familia nos confronta con nuevos escenarios y desafíos, nuevas subjetividades nos interpelan, modalidades de alianza que dan lugar a sufrimientos y conflictos múltiples. Así intentar reducir la complejidad de una trama familiar al acontecer “edípico” solo correremos el riesgo de someterlos al “lecho de procusto”. (1)
En décadas pasadas, las familias que no se adecuaban al modelo de la familia burguesa fueron consideradas como carentes o enfermas. Hoy ya no pensamos a los cambios como patologías, si no que podemos pensar en distintas configuraciones vinculares, con las singularidades que les imprime el entramado vincular que conforman.
“Ana es mi mama y es bióloga. Por eso yo digo que es mi mama biológica. Roberto es mi papa. Mama lo llama “cine de superacción” porque lo veo los sábados. Arturo fue pareja de mi mama. Era un papá frita. Adela es la nueva esposa de mi padre. Vendría a ser mi madre patria. Carlos se parece al malo de “Terminator II”. Mama dice que es su pareja. Vendría a ser mi papareja. Andrea era la señora de Carlos, pero ahora es ex señora, es decir señorita”(2)
En la actualidad encontramos configuraciones familiares con funcionamientos paradojales, propias de la época que atravesamos, en que por un lado hay una exacerbación del individualismo, donde lo otro funciona como amenaza de la “singularidad”, lo que desestima la posibilidad de vínculos sostenedores y empujando a una autonomía demasiado precoz y por otro lado consultan con gran sufrimiento la dificultad de inserción en ámbitos extra familiares (escuelas, clubes, y otros)
Dentro de los mecanismos de subjetivación, la imposición, marca fundante de lo vincular, es fundamental, ya que la presencia del otro exige del sujeto procesos elaborativos y de transformación. Nos encontramos con que estos procesos se ven afectados tanto por excesos devenidos en intrusismos y autoritarismos como por ausencia o déficit de presencia. En relación a los intrusismos, recibimos a familias pegadas e hiperconectadas con dispositivos múltiples donde hay una invasión constante en el hacer y pensar de cada uno, desarmándose un vínculo que ampara y regula. Fino borde entre cuidado/control.
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También aparecen dentro de la dinámica del vínculo parento filial, los padres desatentos e hiperactivos, multitasking, con poco control de impulsos, lo que trae dificultades para la contención o interdicción, como así también padres angustiados por los avatares epocales tendientes a la supervivencia.
En la adolescencia, es frecuente encontrarnos con padres que abdican rápidamente en su función contenedora, acentuando una autonomía precoz y delegando una regulación de las responsabilidades del vivir fuera de las paredes cobijantes de hogar en los jóvenes, para evitar confrontaciones entre generaciones, generando una pseudo amistad, rivalidad y competencia con sus hijos. Así la asimetría queda desdibujada, generando confusión y malestar. “Pero papá, decime a qué hora tengo que venir…a todos mis amigos le dicen una hora…”
Podemos arriesgarnos a pensar que ya no hay un ligamen entre función paterna y ley paterna. Se habla de la caída del PADRE como instancia simbólica, y del padre puntual como representante de la regla, así como la deconstrucción de la MADRE, portadora del “instinto maternal”, frente a mujeres con la difícil decisión de la maternidad. Así aparecen cuadros de ansiedad en el momento de la toma de conciencia de las modificaciones de vida propia y singular que acarrea el nacimiento de un hijo, propuesto desde lo social como responsabilidad sin límites y lazo indisoluble y rígido. Frente a esto hay una especie de consenso para presión por una rápida autonomía de los hijos, alterando procesos elaborativos que sustentan el desprendimiento (ej. adaptación a guardería)
También nos encontramos con otros funcionamientos que develan grandes expectativas de los adultos y que encontramos sostienen al hijo en lugares ideales para fortalecer la propia autoestima, con grandes exigencias afectando sus proyectos y autoestima. Impulsividad que circula en todos los miembros, precipitaciones del hacer por sobre producciones del decir, a raíz de la dificultad de simbolizar por medio de una comunicación efectiva y afectiva y acciones desmedidas: vencer el hambre en la anorexia, engrandecerse con la droga, fantasear con la idea de muerte. Se les pide a los niños y adolescentes lo mismo que esta sociedad exige de los adultos: socialización extrema, intereses y tareas múltiples, inteligencia emocional, control de las emociones y adecuación de las mismas.
Frente a este panorama del cual formamos parte, nuestra implicación cobra relevancia. Ya no se trata de borrar de un plumazo nuestras tradiciones, que podrían tener que ver con la mirada de la psicopatología tradicional, si no descentrarla de su lugar clasificatorio para dar cuenta de una psicopatología vincular, siempre en situación, donde nos podemos preguntar qué le pasa a ese vínculo, en el aquí y ahora, con el terapeuta implicado y en un contexto sociocultural, para así poder hablar de condiciones de emergencia y múltiples posibilidades. Las condiciones de inicio cumplen un papel de referencia, de anclaje, pero no es posible predecir su desenlace, en virtud de la capacidad autoorganizativa que tienen los vínculos. Esto abre camino a la ruptura, la novedad y el azar.
Militar la ternura ulloista frente al sufrimiento, escuchar con los ojos, habilitar lo posible, un desafío que nos interpela, en estos tiempos de lazos sociales precarios.
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]]>¿Cómo pensamos lo que pensamos cuando pensamos? Es un ejercicio complejo, pues es muy difícil dilucidar aquello que transcurre mientras estamos viviendo. Tomar la distancia necesaria para tener perspectiva es una tarea ardua que creemos solo puede hacerse con otros.
Habitar la era tecnológica, antropocéntrica es un desafío. El pequeño análisis que pretendo aportar es sin ánimos moralistas, solo lo pongo a pensar con Uds.
Hace poco tiempo llegó a mi conocimiento una aplicación, parece bastante usada, llamada “Find my Kids”. Tiene un excelente “packaging” virtual que invito a que lo conozcan. Pero quisiera compartir con ustedes las beldades de este producto.
Se promociona como: “averigüe que hace su hijo durante el día”, “controle y gestione las apps y los sitios que visita su hijo en su móvil a lo largo del día”, “control de la duración de la batería de tu hijo para que no se descargue”, “averigua cuando está jugando tu hijo en lugar de estar estudiando”.
Esta aplicación “Find My Kids” tiene como principal objetivo el control parental y se vale de las siguientes herramientas:
Localizador GPS: el cual permite observar la ubicación del niño en el mapa y su historial de movimientos.
Sonido ambiente: para escuchar lo que sucede cerca del niño, con que otras personas se encuentra y de qué temas dialogan.
Señal de llamada: Permite enviar una señal sonora al teléfono del niño en caso de que lo haya olvidado en su mochila, lo haya puesto el modo silencioso y no escuche lo escuche o encuentre.
Control de Aplicaciones: Permite tener acceso a las aplicaciones instaladas en el dispositivo móvil.
Control de seguridad: Permite comprobar si el niño ha salido del colegio, club o lugar seleccionado y ha vuelto a casa.
Control de batería: Permite efectuar un control de la carga del dispositivo móvil del niño y así recordarle cargarlo en caso de que el nivel sea bajo.
Chat familiar: Permite mantener una comunicación fluida con todos los miembros de la familia y el niño.
Para su correcto funcionamiento, la aplicación debe instalarse tanto en el dispositivo móvil de los padres como el de los niños y finalmente enlazar con un código.
Find My Kids es una aplicación de control parental que, si bien puede resultar útil en situaciones tales como la prevención del grooming y el bullying, cuenta con algunas prestaciones que pueden resultar extremas, o al menos extremadamente intrusivas.
¿Qué se observa con el advenimiento de Find my kids?
En principio podemos dar cuenta que esta aplicación surge como respuesta a los inconvenientes propios de la era digital, entre los cuales destacan las sensaciones de inseguridad y de violencia que son exacerbadas por los medios de comunicación, especulando de manera constante sobre las desventajas y no promoviendo el uso responsable, adecuado y conveniente de la tecnología. Así, se genera la ilusión de que un niño con un celular puede resultar más seguro si se tiene en cuenta la pluralidad de características ofrecidas por aplicaciones como Find my Kids. Poco a poco, este fenómeno social se inscribe de un modo sumamente natural en las personas, quienes comienzan a considerar la compra de dispositivos móviles a niños cada vez más pequeños.
En este punto nos preguntamos si resulta adecuado hablar de conceptos tales como cuidado/control, intimidad/extimidad, puesto que a la luz de estas aplicaciones pierden exactitud, al tiempo que se aglutinan y corren de plano términos tales como vincularidad, diálogo, confianza y responsabilidad, entre otros.
Si bien ofrecen un “cuidado” mayor de las infancias, con el supuesto objetivo de prevenir el acoso, terminan por brindar la ilusión de que los dispositivos son una herramienta a nuestro servicio, cuando en realidad son maquinarias que modifican nuestra subjetividad y por ende nuestras conductas en torno a las implicancias propias de la vincularidad.
Mc Luhan plantea a los medios como prolongación de los sentidos del ser humano (el entorno). “Las sociedades siempre fueron modeladas más por la naturaleza de medios con que se comunican los hombres que por el contenido de la comunicación.” El mensaje es el recurso del medio para distraernos y que no percibamos su acción. La red vincular constituye el auténtico modo de existencia de los fenómenos comunicativos.
El ser humano no sería más que un medio del medio de comunicación. Siendo el espectador, el cual crea sentido, responde, acata los efectos mientras que los medios exponen, se excita, se implica en la escena y monta el fenómeno mediático.
El medio se independiza de su mensaje (proteger al hijo) para tornarse en una herramienta que incita a un control extremo, casi perverso.
La aplicación misma se vuelve excitante, pues poco importa el no perder la localización del hijo. Lo que subyace es la idea de ser parte de la vida del otro (al extremo de socavar su intimidad), pero en modo incógnito. La idea de panóptico de Foucault cobra vigencia, en tanto el otro se vuelve un no otro, su subjetividad toda se altera y se pone a merced de un espectador que lo controla, pero este no sabe en qué momento está siendo controlado.
¿Qué sucede con los afectos en la era de la digitalización?
Se abre un nuevo mundo de afectos mercantilizados gobernados por una subjetividad desvinculada de su potencial cuya justificación radica en el miedo.
Los medios son actores y tienen intencionalidad propia para correr del centro al ser humano como dueño y señor. Una vez que irrumpe, el medio genera nuevas necesidades y los seres humanos se vuelven funcionarios de la tecnología. Al decir de Lucas Bazzara: “La instalación progresiva de estas técnicas informáticas y los usos sociales serán las condiciones para la emergencia de una transformación de la cultura”.
Aquella máquina de vigilancia que componen la cibernética, la computadora e internet cuyo origen se remontaba a tiempos de guerra, se actualiza hoy como monitoreo detallado de la vida social digital, recolección masiva de datos que dejan los individuos en sus interacciones, destinada a conformar gigantescas bases de datos de potencial valor comercial.
Renunciamos a la capacidad de aburrimiento necesaria para la creación. Ninguna felicidad individual es ya independiente de la tecnología, ni tampoco las necesidades de seguridad, control, etc. Paralelamente se instaura una administración robotizada de la existencia garantizada por agentes “clarividentes y empáticos” que actúan de manera soft y sin ruido.
Con la aplicación Find my Kids se instaura una nueva antropología, gracias al surgimiento de una inteligencia de la técnica consagrada a extender nuestras facultades de entendimiento, así como nuevas maneras de aprehender el mundo.
Según Carlos Pachuk, “el funcionamiento del aparato psíquico integraba a mi criterio ciertas invariantes que eran: pulsión, representación y otro primordial. En este sentido la informática y la biogenética ponen en cuestión la tríada constitutiva del psiquismo”. “La virtualidad produce en el psiquismo un cuarto registro junto al Real/Simbólico/Imaginario que Freud y Lacan no pudieron conocer.”
Teniendo en cuenta la subjetividad, Pachuk la define como fragmentada ya que para el neoliberalismo somos objetos y puros datos: DNI, contraseña y correo electrónico. Generando un yo colapsado por el mandato impuesto del rendimiento, una otredad migrante y enigmática, y un lazo social debilitado por ausencia del cuerpo en los vínculos.
Este autor nos interpela a pensar en la creación de nuevas clases sociales, que tomando el modelo marxista de división de clases desde el poder socio-económico podríamos identificar en este contexto las llamadas clases Cyborgs y los Biológicos.
Así los Cyborg serían máquinas “deseantes” con circuitos tecnológicos fundamentales para la construcción de subjetividad: algoritmos, biomoléculas, inteligencia artificial y mutaciones quepermiten formas de vida superiores a los llamados Biológicos.
La pregunta sería, ¿esto sería sinónimo de evolución de la vida como la conocemos o su deterioro?, ¿Habrá más equidad y justicia para todos los habitantes en la medida que esto se convierta en política de estado para el acceso a la tecnología?, ¿Se aplanarán las jerarquías apuntando a lo rizomático deleuziano? En un rizoma no hay principio ni fin, según Deleuze y Guattari, quienes propusieron que vemos la realidad como un rizoma infinito, es decir, como una concatenación abierta de conjunciones: “y” en vez de “o”.
Aproximación a un cierre/apertura:
En este pequeño recorrido de la historia de la tecnología, nos damos cuenta de una paradoja, ya que, si bien no podemos negar los maravillosos avances tecnológicos que han enriquecido la vida humana en diferentes ámbitos, también debemos reconocer que los mismos pueden constituir un deterioro tanto de la vida humana como las relaciones sociales. En el caso de la aplicación Find My Kids, observamos que puede afectar la relación padre/madre/adulto responsable – hijo/a de diferentes formas, al invadir la intimidad de un niño/a o adolescente con el supuesto fin del “cuidado”.
Sabemos que la cibernética, la computadora e internet se remontan a épocas donde lo que estaba en juego era el control del otro, es por ello que nos preguntamos:
¿Cómo se altera la subjetividad entre un niño y sus padres a partir de esta posibilidad tecnológica?
¿Dónde queda la gran conquista del diferenciarse, de asumir riesgos con responsabilidad por fuera de la mirada de los adultos?
¿Dónde queda el transgredir como marca propia de la adolescencia y de la construcción subjetiva?
¿Cómo se conciben los vínculos cuando hay tan poco margen para transitar los lugares no explorados, inquietantes y novedosos?
Podríamos incluir muchos interrogantes más, pero consideramos importante y fundamental repensar el modo en que concebimos y acatamos sin dudar los fines con que se nos “venden” los nuevos aportes tecnológicos. Casi como verdades reveladas e incuestionables, nos fundimos en un fenómeno de masa atravesado por los preceptos de la era tecnológica, perdiendo lo esencial del fenómeno subjetivante en el “entre” vincular.
BIBLIOGRAFÍA
Virginia Grosso es Licenciada en Psicología, Especialista en Psicología Vincular de familias con niños y adolescentes. De Córdoba Capital.
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