The post Pepo, una vida de rock (el día que conoció a Luca o casi). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>Algo así como hace la MTV. Sería genial”, repetía. Y se lo decía a cuanto músico veía: Ricardo Mollo, Diego Arnedo, Federico Gil Solá de Divididos, Omar Mollo de MAM, Érica García, Germán Daffunchio, Gabriela Martínez y Alejandro Sokol de Las Pelotas, Fernando y Gabriel Ruiz Díaz de Catupecu Machu, “Palo” Pandolfo de Don Cornelio y la Zona y Los visitantes, Fito Páez, Walas de Massacre. Y tantos otros y otras y que él no conocía y que estaban allí.
Además, de Maxi, Manu, El Rey, Ringo, Lali, su primo Aron, el percusionista de Marcela Morello, el ex bajista de Sobrecarga, Orge y Jorgito Porcel, los chicos de Mamá Pulpa y Miguel y Daniel que lo acompañaban a todos lados.
Pepo se salía de sí. Encima ya tenía cerrado que el viernes que viene iba ir El Mono a tocar a El Living y fueron. El Mono era una banda nueva y poco conocida pero Maxi tenía el ego muy arriba. Y como hacen los prensa de los grupos conocidos envió gacetillas a todos los medios de música y rock para que fueran a verlo. Maxi tenía cierto prestigio tocando la batería para bandas de jazz, pero esto era rock y la apuesta por más que en la banda cantara el armonicista de La Renga era un poco jugada.
Pero el bar se llenó de famosos. Vino la actriz Carina Zampini, Mirna que fue novia de Lali y ahora salía con el mismísimo Enrique Syms, aquel que recitaba poemas en los primeros shows de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota y que les prometió ir al Catulo Castillo, el mismo que dirigía la revista de cultura rock “Cerdos y Peces”. Y a él le podía pedir publicar columnas de rock en la revista. Así que lo encaró.
“Enrique soy Pepo. Trabajo en el bar, consigo músicos para que vengan y limpio. Y me gustaría publicar en tu revista unos comentarios que hago sobre bandas de rock”. “Dale, mandame al mail, te lo doy”, le contestó. “Mandame tus textos, pero yo limpio no estoy”. Pepo mucho no entendió a qué se refería. Supongo que se trataba de drogas o whisky. Pero como estaba enfrente del Bucowski argentino, le dijo todo que sí y se cayó la boca. Y enseguida pensó: “Este bar tiene que tener a alguien grande. A una estrella como el “Indio”, “Gustavo Cerati”, “Charly”, “Spinetta”, deliró. Mejor alguien más terrenal como Luca Prodan.
“Ma, sí, mañana sábado me voy a hacer guardia a la casa de San Telmo y que sea lo que Dios quiera. En eso aparece Alejandro y le dice: “Pepo, el show de El Mono no es tan bueno. Quieren ser Jamiroquai y cuando hacen reggae se parecen más a Diego Torres que a Bob Marley o Peter Tosh. Pero El Living se llenó de famosos y gracias a Maxi, el amigo de Dany, salió en los diarios en los suplementos de rock. Así que estamos cada vez mejor. Te voy a pagar un extra por conseguir las bandas”.
Pepo lo abrazó. Al otro día se baño temprano y sin desayunar se fue a hacer guardia a la casa de Luca Prodan de Adolfo Alsina 451. Pensando que el aterrizaba a dormir a eso de las diez de la mañana o a las doce. Pensó en buscarlo por el Abasto antes en los bares que frecuenta cuando no tiene shows. O quizás estaba componiendo en Hurlingham con Mollo y Arnedo. O tomando ginebra con su amigo “Superman” Troglio o con Germán Daffunchio o con Timmy McKern, que fue quien lo trajo desde Italia o Inglaterra a las sierras de Córdoba para recuperarlo de las drogas, pero no.
Se quedó sentado en la puerta de la calle Alsina mientras un montón de chicos y chicas le dejaban mensajes a Luca por debajo de la puerta o graffiteaban el frente de la casa. Pepo se hizo pasar por amigo de Luca y les contaba historias que no eran ciertas de él en los shows. Hasta se animó a decir que era amigo de Roberto Pettinato, ese de la barba negra larga, que tocaba el saxo y que vendía los sándwiches con la mujer en los conciertos de Sumo. Porque ya tenía hijos y necesitaba zafar. Y todo porque le pasó una vez cerca en el Club 69 en la calle Corrientes. Lo vio con Elizabeth Vernaci y Paola Krum bailando. A Paola la conocía porque vivía en el mismo edificio que tenía el consultorio su padre en la avenida Canning entre Güemes y Santa Fe.
En eso Luca llegó. Casi lo choca al querer entrar a la casa y no lo saludó. Tenía la cabeza rapada, una remera blanca, un jean azul, borcegos y una campera de cuero en la mano. Pepo no se animó a invitarlo a El Living y le mangueó entradas para el show de Obras o el de Mar del Plata donde Sumo iba a presentar “Llegando los monos”. Luca lo miró. Y cuando Pepo le dijo: “Quiero zafar”. Luca le contestó: “Yo también, paga la entrada”. Y ahí un poco el ídolo se le cayó. Pero por qué pensó que estos tipos por ser bohemios hacen beneficencia. Así que le dijo que lo invitaba a tocar a El Living y que el dueño Alejandro tiene mucha plata y le podía pagar el show. A lo que: “Bueno”, le dijo. “Pero voy yo solo con mi viola acústica. Sin Sumo y canto en inglés. Ellos son caros, yo no. Me mando el día que yo quiera”. “Un viernes tiene que ser”, le aclaró Pepo. “Un viernes será y que sea rock”.
The post Pepo, una vida de rock (el día que conoció a Luca o casi). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>The post Pepo, una vida de rock (Tony 70, La Renga, El Mono, Mollo y el fantasma del Indio). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>Además, se la pasaba todo el tiempo promocionando el partido de tenis que le iba a jugar a Eduardo Feinmann y que si le ganaba iba a ver porros de regalo para todos. Y eso era genial.
A Pepo no le parecía tanto. Tenía miedo que Alejandro se enojara porque trajo a este muchacho a cantar y El Living hoy iba para atrás. Así que prefirió juntar los vasos y lavarlos y hacerse el desentendido de lo que había hecho. Hasta que llegaron dos peluqueros fanáticos de Andy Chango y que pedían además que tocara Tony 70.
Y Tony 70 había venido con ellos y quería tocar funk. Así que tocaron juntos y la cosa se puso mejor. Además, los peluqueros se ofrecieron a cortar el pelo gratis a los que querían en 5 minutos al estilo Leo Paparella y lo pusieron en la pizarra en la puerta y El Living se llenó.
“Viste Pepo que no te tenés que amargar”, le dijo Alejandro al oído. “El rock and roll siempre nos va a salvar”. “Ya lo creo”, le constestó. Y se cortó el pelo él también. Y también Dany y Ringo que estaban con él. El Rey y “Jorgito” Porcel no quisieron porque ellos no traicionan a su peluquero Pablito y está bien. Algunos son muy fieles a sus peluqueros. Qué sé yo.
Después que terminaron los shows de los peluqueros, de Andy y de Tony 70, el bar cerró. Y Pepo se fue con Dany y Ringo a la casa de Dany a tomar mate con facturas. ¿Y a que no saben quiénes estaban ahí? Maxi con el percusionista de Marcela Morello y Chizzo y Manu de La Renga. Pepo explotaba de alegría y les pasaba mate y factura a los tres. Y si pedían una cerveza o un porro también.
Parece que Maxi vivía con Dany y en su pieza da clases de batería. Parece que le grabó la batería de un disco a Érica García, que por entonces era novia de Ricardo Mollo y ahí conoció a Chizzo y a Manu de La Renga y se enganchó para tocar la percusión en los shows de hoy y mañana en Atlanta. Y que el percusionista de Marcela Morello que daba clases al lado de la pieza de Maxi que vivía con Dany le estaba enseñando algunas cosas. Igual Maxi se creía que ya sabía todas. El tenía el power muy arriba y sabía siempre cuál era el point. Además había llegado hace poco de Nueva York y había escuchado a una banda inglesa que se llamaba Jamiroquai y quería hacer eso con El Mono.
El Mono era una banda nueva que él tenía con Manu de La Renga e iban a tocar el fin de semana que viene en el Catulo Castillo en Palermo. “Y ya que quieren tocar: ¿por qué no se vienen a El Living?”, les dijo Pepo. Maxi lo miró. Y si bien no le convencía mucho la idea porque el bar no era conocido en el mundo del rock, le dijo que sí. “No, Manu. Como ensayo nos sirve”. Háganlo como quieran les dijo Pepo, pero vengan. “Hecho”, Maxi contestó.
Entonces Pepo ya tenía cerrado otro show y con eso estaba contento. Igual no era obligatorio que él consiguiera a los músicos. Pero Alejandro siempre lo esperaba hasta el martes o miércoles y si Pepo no tenía nada, Alejandro buscaba algún músico para que fuera a tocar. Pero salvo los del primer viernes, Pepo hasta ahora conseguía alguno.
Consiguió a Javier Calamaro que fue con Los Guarros y a Andy Chango. Y ahora parece que a El Mono donde canta Manu, el mismo que toca la armónica en La balada del diablo y la muerte de La Renga. Y va a hacerlo justo el fin de semana siguiente a que toquen en Atlanta. Genial. Así que Pepo estaba contento. Y más contento se iba a poner cuando después de haber dormido unas horas en un colchón que le tiró Dany se fueron todos a Atlanta a probar sonido. Y ahí estaba Ricardo Mollo y todos sus producidos: Érica García y todos los integrantes de La Renga; más Maxi, Daniel y él. Y el recuerdo de cuando su papá lo traía de chico a la colonia del club.
Casi que pensó en llamarlo para contarle que estaba allí, pero para qué. Si a su padre no le importan sus avances como relacionista público del rock, si no que haga deportes y no estuviera tan gordo. Porque a este paso ya lo era. Y hasta pensó en llamar al productor de Mauro Viale y ofrecerse como panelista de rock. O a algún canal de cable o revista. Pepo se sentó en la batería y miró el escenario vacío desde allí. Y se imaginó tocando él con el estadio colmado de gente. Creyó que el show empezaba con la voz ronca de Chizzo diciendo “Soy el que nunca aprendió desde que nació cómo debe vivir el humano” . Y hasta vio antes de hoy a la noche las banderas flameando con las caras del “Che” y las remeras negras y rojas de La Renga y las bengalas. Y hasta bajo despacio de la bata y vio pasar a un tipo flaquito rapado y con anteojos de sol y creyó que era el “Indio” Solari y tan emocionado estaba que cuando le preguntó: ¿Indio sos vos?. Le respondió: “Ji, Ji, ji”. Y le creyó.
The post Pepo, una vida de rock (Tony 70, La Renga, El Mono, Mollo y el fantasma del Indio). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>The post Pepo, una vida de rock (De Los Guarros a Andy Chango). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>El concierto estuvo buenísimo. Pepo no tuvo que juntar los vasos durante la hora que duró ni tuvo que ir a vigilar que no pasara nada en los baños. Pero al show le faltaban invitados y es ahí cuando aparece Dany con un conocido de la facultad que se llamaba Diego Frenkel. Pepo no lo conocía, pero parece que tiene una banda por Villa Ortúzar y que le dedicó un tema a un bar de la calle Rodney. Esa que está atrás del Cementerio de la Chacarita. Y que lo subió a tocar junto Javier y Los Guarros.
Y no fue Fidel Nadal, que también cursa la carrera de ciencias de la comunicación en la UBA con Daniel, porque perdió la dirección o prefirió tomarse una pepa antes de salir a tocar. Pero le dio entradas a Dany para mañana sábado en un antro de la calle Bulnes donde va a tocar con Todos tus muertos y tal vez vayan.
Daniel después de cursar semiótica los martes en la facu va a tomarse unos vinos con un ayudante de cátedra que se llama Jorge Telerman y ahí van también algunos jóvenes emergentes de la cultura alternativa. Uno es Fidel y el otro es Diego Frenkel de La Portuaria que estaba frente a Pepo tocando “El bar de la calle Rodney” en una versión rockera.
Todo salió como Pepo quería, pero como siempre tenía hambre de más rock and roll al otro día se fue con Dany a ver a Todos tus muertos. Las entradas que le dio Fidel eran viejas y tenían que pagar y como ellos ese día eran punks y los punks no pagan empujaron la puerta y entraron de prepo con un montón de fanáticos a ver el concierto de rock. Que empezó con “Gente que no”, que después se volvió un himno de la escena punk y terminó con la canción “Represión” para sentar posición de lo que querían y eran.
Después de tanto rock and roll, Fidel terminó en la casa de un embajador que es su papá y Dany y Pepo en la casa de El Rey que también es hijo de otro embajador en Recoleta. Y ahí se acordaron que Javier Calamaro le dijo que su hermano Andrés estaba parando en el Hotel Plaza Francia a la vuelta del Palais de Glace también en Recoleta. Y se fueron a verlo. Y el tipo estaba comiendo medialunas a las 6 de la mañana en el bar del hotel que está afuera. Y cuando lo saludaron les dijo que no tenía tiempo. Que estaba terminando las letras de unos temas para sacar un disco doble que se llamará “Honestidad brutal” y que se fueran.
“Mejor vamos a ver a Memphis hoy a la noche que toca en el sótano de la facultad de Medicina”, le dijo Dany a Pepo. Porque estas bandas no empiezan en River o en Obras. Y cuando bajaron al sótano volaban botellazos de un lado a otro y el recital se suspendió y tardaron media hora en entrar y dos para salir y más de uno con la cabeza rota. Por suerte ellos no.
“No tengo ningún músico para el viernes que viene”, dijo Pepo: “Alejandro me va a matar”. Y estando solo y aburrido en el bar de El Living cuando cierra, se puso a pasar los canales de televisión y vio que en el programa de Mauro Viale estaba un músico que hablaba de los beneficios medicinales del cannabis que se llamaba Andy Chango. Y su parecido con Andrés Calamaro era tal que se fue corriendo al estudio de televisión.
Y Pepo es un paria que le gusta el rock, pero su papá no. Y un productor lo reconoció de la época cuando era chiquito e iba con su padre a los canales a hablar de medicina y lo dejó pasar. Pepo pensó que ya era panelista de rock por eso y desde una tribuna donde lo pusieron le preguntó: “Andy en vez de hablar de las drogas porque no tocás rock & roll el viernes que viene en El Living”. Y casi que lo echan por pasar el chivo. Pero como nadie conocía el lugar y tampoco ningún productor se había percatado que Andy Chango era músico y no un mediático al estilo Guido Süller. Andy se sintió honrado y le dijo que sí. Que podía ir a ese bar El Living a presentar su disco “Las fantásticas aventuras del Capitán Angustia”. Y que muchos le decían que se parecía a Andrés Calamaro y que sus canciones se parecen a las del ex Abuelo de la Nada. Porque el también sigue la tradición de la canción Dylan, como lo hacen Andrés, Coti, Leiva o Sabina. Pero sin tanto éxito porque le gustan más las drogas que el rock. Y al igual que Dany y Pepo se la pasa planeando estrategias para encarar una chica. Pero que su flacura y su altura no ayudan. Tampoco los rulos y ese pañuelito que usa en la garganta para ocultar la merca o parecerse a Boris Vian.
En eso Pepo después de escucharlo, le dijo: “Vos sos genial”. Un día la marihuana va a ser legal para uso medicinal. Yo se lo digo siempre a mi papá, pero él cree que las cosas no se deciden en los medios sino en la academia.
The post Pepo, una vida de rock (De Los Guarros a Andy Chango). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>The post Pepo, una vida de rock (Javier Calamaro lo escuchó). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>Se acercó al primer seguridad que pudo y le preguntó por Aron. “Vos sos Pepo”, le dijo. Sí, contesto. Entrá y ponete a cuidar la puerta del baño. ¿Pero cómo? Yo venía a ver el recital y a hablar con los músicos. “Eso no sé”, le dijo. Entrá rápido que hay mucha gente y después lo ves con tu primo. Pepo entró. Pasó cerca de media hora. Ya había empezado a tocar Attaque 77 y el seguía ahí. Al rato aparece Aron y le dice: “Pepo viniste”. Sí, Aron. Quiero hablar con los músicos. “Eso ahora no va a poder ser”, le dijo. Vas a tener que esperar a que termine el show. Pero yo le prometí a Alejandro que iba a convencer a alguno para que vaya a tocar a El Living. “Ya sé, Pepo. Pero este es un recital muy importante. No podés hacer lo que querés. Vas a tener que esperar. Yo te aviso. Y si no, esperá. Yo te mando un reemplazo y te venís conmigo al costado del escenario y los ves cuando suben y bajan. ¿Qué te parece?”. Dale, okey.
Pepo se paró como estatua al lado de Aron para saludar cuando subieron Los Guarros, después Los Auténticos Decadentes, más tarde Divididos, Los Ratones Paranoicos y el plato fuerte al final: Rata Blanca. Ahí se acordó la vez que con Dany y Ringo querían entrar a un boliche de Cabildo y como no los dejaban pasar le preguntaron al de la puerta si ahí tocaba Rata Blanca. Y el pibe le contestó que ahí a las ratas las mataban a todas. Y se río. También se río de lo bajito que era el cantante de Rata Blanca, Adrián Barilari, y cuando Juanse Paranoico empuja a la novia antes de subir al escenario diciéndole que ella lo mirara de abajo que él era el show.
Los temas de Attaque, Pepo casi que se los perdió. Pero igual sonaba en su cabeza “Hacelo por mí” de la cortina del programa de Mario Pergolini y de tantas veces que lo escuchaba en la radio. A Los Guarros mucho no los conocía, pero “Rosas en tu pecho” fue el tema que más le gustó. Los Auténticos Decadentes le encantaban, y cuando Cucho cantaba “Vení Raquel. Vení con los muchachos” deliraba de emoción y le gritaba a Cucho para que lo saludara. Divididos todavía no eran la aplanadora del rock, pero ya insinuaban algunas cosas y ese “Ala delta” parecido a los temas de Sumo era un temón. Después tocaron Los Ratones y esta vez Juanse no se pudo tirar al público como hacía en Cemento, pero “Sucia estrella”, “Sucio gas”, “Enlace” e “Isabel” fueron los temas que más le gustaron.
Lo de Rata fue lo mejor. Cuesta entender como un cantante tan bajito puede copar de la manera que lo hace el escenario. Y eso que tiene a Walter Giardino pasándole con la guitarra blanca por delante todo el tiempo para que todos sepamos que el líder de la banda es él. Pero a Pepo igual le gustó. Y eso que el heavy tanto no le copa. Cuando terminó el show se metió en camarines. Le pidió autógrafos a todos, pero nadie le dio. Solo pudo hablar con el baterista de Attaque que es macanudo. Con el guitarrista de Los Decadentes que era conocido de su primo Aron y un poco con el Gitano, que es el guitarrista de Los Guarros. A ese le entró diciendo que lo veía en la televisión y que quería que le enseñe unos acordes de “Humo sobre el agua” de Deep Purple que había mostrado en el programa de Divina Gloria en Canal 9, y se los mostró.
En una de esas se acerca Javier Calamaro, que no era Andrés, pero el único músico importante con ganas de hablarle. ¿Cómo te llamás?, le dijo. Pepo, contestó. Soy el primo de Aron y ahora trabajo para Alejandro que tiene un bar rockero que se llama El Living y busco músicos para que vengan a tocar. Ya vino Willy Crook y María Gabriela Epumer y lo frecuentan Charly Alberti, Charly García, Miguel Zavaleta, Oscar Moro, Jorgito Porcel, el bajista de Sobrecarga trabaja ahí, viene El Rey, etc. “No conozco a ninguno de ese que vos decís”, le dijo. “Mentira” a algunos sí. Anotame yo voy.
Pepo lo abrazo a Aron. Se fue de Obras habiendo logrado su cometido. Pensó en lo contento que iba a ponerse Alejandro cuando le cuente que no solo podía levantar vasos sucios y lavarlos y cuidar durante el día el bar. Que su papá iba a estar orgullo si se lo contara, pero que no se lo iba a contar. Que Daniel no le iba a creer. Que ahora tenía que ponerse a escuchar a Los Guarros que mucho no los conocía.
Todo eso pensó hasta que salió del estadio. Miró para un lado y para el otro por si estaba los canas. Tenía miedo que le preguntaran algo. Como si había fumado marihuana en el camarín de los músicos. Y el sólo paso el porro de un lado a otro, pero no.
The post Pepo, una vida de rock (Javier Calamaro lo escuchó). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>The post Pepo, una vida de rock (De Willy Crook a María Epumer). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>Un día entró al baño cuando estaba Willy Crook orinando, y como estaba puesto y no se podía subir el cierre de la bragueta, se ofreció a ayudarlo. Willy se río y siguió. Total, los Funky Torinos tocaban por él. Él solo tocaba la guitarra o hacía, y ponía la voz. Incluso en algunos pubs le ofrecían poner pistas, pero él no aceptaba. Al salir del baño Pepo le dijo a todos lo mal que lo veía a Willy. Cuando debía callar para cuidarlo.
Lo mismo pasó con María Gabriela Epumer. La esperó en el pasillo y se le acercó y al oído le dijo: “Ahora entiendo por qué Charly García te quiere tanto”. Pepo estaba enamorado y si bien el concierto de María no había sido el mejor, se sentó en primera fila y no juntó un solo vaso. Hasta que lo llamaron sus amigos: el Rey y Jorgito Porcel.
El Rey era vecino de Recoleta e iba siempre al bar. Le decían el Rey porque era el hijo de un embajador y se la pasaba en el sillón del comedor de su casa leyendo textos en francés rodeado de gatos. Jorgito era el hijo varón del capo cómico Jorge Porcel, pero no había corrido la misma suerte y se la pasaba los viernes en el living del bar diciéndole a cuanta persona que lo miraba: “Me extraña araña que siendo mosca no me reconozcas”. Les invitaba un trago y arrancaba a contar una batería de chistes que muchos funcionaban. Hasta que el encargado de la barra le gritaba fuerte que les pidiera que compraran algo. Y él un poco hacía de relacionista público del bar o celebrity.
Además el encargado era el ex bajista de Sobrecarga, una banda un poco new romantic que supo ser soporte de The Cure en Ferro y aprovechaba esa fama para contar alguna anécdota que tuvo con Robert Smith en aquel mítico show, la noche en la que el sonido falló. Una lástima.
En el bar todos contaban historias y si veían alguna minita linda la encaraban, pero siempre perdían. Una vez Pepo se animó y se le acercó a Úrsula Vargues cuando tenía tan solo dieciséis años. Él por supuesto era mayor, pero no tanto. Él que se la ganó en cambio fue Charly Alberti, baterista de Soda Stereo, que era más grande y conocido que él, y esa noche la siguió por todos lados.
Pero Pepo en cambio no tenía suerte. Ni con las chicas ni con su padre que lo desterró por no ser tan inteligente como él. El padre era un neurocirujano famoso de familia judía y una vez que se murió la mamá de Pepo no se lo aguantó más. Le dijo que estudiara una carrera universitaria, pero a Pepo el estudio le costaba y como castigo lo echó de la casa y lo dejó vivir en el consultorio a la noche cuando él no atendía. Así que Pepo se la pasaba durante el día pululando en lo del Rey y en lo de otro amigo, Daniel. Hasta que los padres de Dany murieron y le dejaron a él y a su hermano Alejandro una casa vieja en Recoleta.
Y Alejandro que era vivo para los negocios se puso este bar rockero. Y a su hermano Daniel que no era tan inteligente pero simpático lo puso en la puerta a recibir a la gente. Y al amigo de su hermano Pepo le dio el trabajo de juntar vasos y después lavarlos. Pero le pagaba y lo dejaba vivir en el bar, que abría solo de noche así que podía estar ahí durante el día y a Pepo le cerraba la idea. Además, era una forma de no deberle nada ni cruzarse tanto a su padre.
El que nunca cerró fue el cierre de la bragueta de Willy Crook y salió en todas las fotos para los suplementos de rock, como el Sí de Clarín, con ese problema. Pero bueno. Después tocó María Epumer y todo brilló. Y lo vio a Charly Alberti. Y al final del show aparecieron a buscarla Charly García, Oscar Moro y Miguel Zavaleta. Y Pepo se puso nervioso cuando los vio y a Miguel le dijo: “Hola, Pullover”, en lugar de “Sueter”. Y a Charly lo besó. Y Charly se dejó. Y como pensó que eran amigos, le pidió entradas para su próximo show en el Gran Rex y Charly le dijo que hablara con su secretaria que venía atrás. Pero atrás no venía ninguna secretaria. Pero entraba Migue. El hijo de Charly y Ana María Yorio. Y se le puso a hablar de unos juegos de Nintendo o de Sega nuevos. Y Pepo ni jota. Así que se aburrió y se fue a pensar que bandas podrían venir el viernes que viene o en lo sucesivo al Living.
Y pensó en Nito Mestre y en Alejandro Lerner. Así que fue hasta la oficina del bar donde estaba Alejandro y le dijo: “El viernes que viene quiero que vengan Nito Mestre y Alejandro Lerner”. “Te parece”, le contestó Alejandro. ¿Y vendrán? Nito vive por Armenia en Palermo viejo. Conozco la casa y me animo a ir a tocarle el timbre. Y mi papá conoce a la mamá de Alejandro, que es psicóloga. No sé si mi viejo me hará ese favor. Pero supongo que algo de amor por mí le queda. Si no está el “Gordo” Orge que es amigo mío. O los hermanos Satragno, que son hijos de Pinky. Charly Alberti es amigo de ellos y lo tenés parado junto a esa modelito al lado de la barra, que a mí tanto me gusta. Y si no mañana voy al recital de los 5 años de la Rock & Pop y los convenzo a todos que vengan a tocar.
The post Pepo, una vida de rock (De Willy Crook a María Epumer). Por Juan Botana appeared first on Juan Botana.
]]>The post El juego del fastidio. Por Nata appeared first on Juan Botana.
]]>—¿Me amás? Preguntó.
—¡Con locura! Esa fue mi respuesta inmediata, sin titubear y pura certeza.
—Pero mirá que… Vos ya estabas loco antes de que yo te conociera. Digo por si me querés culpar de eso después…
—Te voy a decir una sola cosa. A continuación guardé silencio y dejé pasar un puñado del tiempo, sabiendo que sería comida por sus ansias.
—¡Y…! ¡Dale, decime…!
—¡Mmm! Ahora, no sé si decirlo…
—¡Daleee! Me apresuró, con un tono amenazante, ese que no da miedo a nadie.
—Bueno… “Una sola cosa…”
—¡Ah, pero qué gracioso que sos…!
***
Nuevamente, entre nosotros, lector despreciable (si es que es digno de despreciar). Lo confieso con una tristeza en duelo. La verdad, es que ella tenía razón:
Siempre fui loco,
además tengo la fe estropeada
y el corazón hecho miedo.
Pero aún así,
esto jamás fué un impedimento
para enamorarme y hacerlo con locura.
Lo que me derrota,
aquello que puede conmigo,
siempre fueron mis sobradas dudas,
miedos que se enraízan
en inseguridades personales
y constantes.
Debo confesar que ante la mueca de felicidad, el espejo presenta el ceño de la sospecha:
¿Es justa esa sensación?
Sentirse tan pleno
por la compañía de una mujer,
sabiendo que cuando me encontré solo,
ese sentir no coincidía con mi realidad.
¿Era merecedor, por tanto,
de ese instante de felicidad?
No tengo respuesta.
¿A quién le puedo mentir ya?
En aquel entonces era muy feliz.
Tengo un río de testigo
que saldría en mi defensa.
En sus orillas dejé
por cicatriz nuestros nombres.
Y no es por exagerar,
pero ese mismo río la vió desvestirse
y le dió la espalda al atardecer
(No había paisaje más excelso
que su desnudez).
Lector, si quiere puede sospechar que no fui feliz… Pero respóndame ¿Cómo se levanta la cabeza en soledad? ¿Cómo transmitir con “justicia literaria” que en su compañía, al menos, era un poco menos infeliz y roto? Cuando lea éstas palabras, respire profundo y dígame si mi vida está conmigo o se fue tras ella. Sinceramente, yo no lo sé.
***
—Mi amor, quizás siempre estuve loco ¿Y? ¿Quién que me conozca te va a discutir eso? Yo voy a ser el loco que agradezca tu existencia siempre… Pero, respondeme ¿Cuántos locos viste con tanta fortuna a su lado…? Me clavó el brillo de sus ojos y como pocas veces me sentí hermoso… —No vamos a decir… ¡Qué bruto! ¡Qué fortuna ese loco! Pero fortuna al fin… me reí casi llorando.
—¡Ya la cagaste! ¡Venías tan bien! Hasta parecías tierno por un momento.
A pesar de querer sostener la seriedad acabó por reírse en mi dirección, se pegó a mí y me abrazó fuertísimo. Mi expresión y forma de decirlo, no habían sido tan certeras para el momento, pero guardaban el misterio del amor.
A partir de esa lógica cariñosa, se desató una forma divertida de pelear, que a posterior como acto de complicidad de nuestra ternura, le llamaríamos “el juego del fastidio”. Cada tanto retornaba en otros espacios y circunstancias de la rutina, pero con otros matices.
—Mi amor… Hablando de fortuna ¿Te imaginás si pagarán por tener una novia cachetona?
—¡Faaa! Y si pagarán por tener un novio que diga boludeces…
—¡Y si pagarán por caminar chueco, así…! Me levanté, sacudí la arena y comencé hacer la mímica de como caminaba.
—¡Ah! ¿Y si pagarán por tener un novio pesado como un pez borcego?
—¿Y si me amas cachetoncita?
—¿Y si es por siempre? Esa fue su última pregunta.
—No, por siempre no… Mi respuesta fue intuitiva. Mi cabeza tenía algo planeado sin mí, en algún momento había aprendido algo sobre la tiranía de aquello que pretende ser eterno… —Por hoy me alcanza, que el amor sea sin revanchas, sin culpas, sin obligaciones, sin dolores, sin esperas. Así, si alguna vez te vas o si el que tiene que irse soy yo, podré escribir que me amaste y que también estabas loca y no podría culparte de nada, más que de mis horas más felices.
***
Lector…
“El juego del fastidio” ya no existe. Solamente podía ser entre dos jugadores únicos. Piezas que no se podían reemplazar en el tablero y una abandonó la mesa de las apuestas. Ésta es la forma menos dolorosa que encontré para decir que ya no estamos juntos.
Lector…
Éramos tan afortunados… No entendíamos nada de río, ni de pesca o de azar. Tan jóvenes y ricos y no lo sabíamos… Podríamos haber apostado un poco más al diálogo, haber cambiado la ficha del orgullo por la de la escucha, pero bueno, simplemente no fue así. No supimos ser vulnerables.
***
Quiero parar… este martirio de mi vida, bajarme y descansar de este mal-decir o mal-obrar.
Lo digo en tono personal, fueron muchas veces las que me reproché y vuelvo a escribir otra historia que habla de Vós. Sigo acumulando versos como cadáveres.
Aún no quiero cansarme
de estar conmigo.
No tengo a nadie más
que este reflejo de mí en el río
y tampoco sé a dónde ir.
Siempre tuve ¡la puta razón!
¡la puta verdad!
Pero un día “la puta” se fue…
Me quedó la razón y la verdad,
pero sin Vós,
eso para mí es como no tener nada.
Me comenzaste a faltar,
los versos se volvieron
momentos de penitencia
y los espacios son todos vacíos.
Suplico tregua en mi dirección,
no quiero seguir con ganas de morir,
de recordar lo inolvidable,
in-re-vivible.
***
Mi respuesta fue racional para un momento de ternura, pero entendió que había un torpe intento de cuidado y sonrió un tanto sería.
—Amor, te puedo decir algo más… Si alguna vez me preguntan: ¿Qué es la fortuna? Yo revelaría tu Nombre. Hablaría de tu paso por mi vida.
Autor: Natanael Hildt (Instagram: @Salir.de.esa)
The post El juego del fastidio. Por Nata appeared first on Juan Botana.
]]>The post Campito. Por Melina Sánchez appeared first on Juan Botana.
]]>The post Campito. Por Melina Sánchez appeared first on Juan Botana.
]]>The post El amor inmutable. Por Carlos Alberto Leiva appeared first on Juan Botana.
]]>La televisión está encendida, y en la pantalla, un programa de entrevistas nocturno está en vivo.
Susana es una de las invitadas, y su voz resuena con confianza mientras comparte sus pensamientos sobre el amor y las relaciones.
“El amor cambió”, dice. “Ya no es lo que era antes. Yo selecciono con quién me relaciono, y no tengo tiempo para el amor. Las relaciones a la antigua son cosa del pasado”.
Mientras habla, su mirada se desvía hacia la cámara, conectando con el público en casa.
Nélida la escucha atentamente. Mientras la veo, pienso en sus palabras.
Y entonces, sin pensarlo, respondo en silencio. “No, Susana, el amor no cambió. No cambia ni cambiará. Porque es el sentimiento más sublime y eterno”.
El amor no es algo que se pueda seleccionar o controlar. Llega cuando menos lo esperamos, y nos envuelve con su fuerza y su ternura. No es un intercambio de intereses o beneficios, sino un sentimiento que nos hace sentir vivos y conectados con los demás.
El amor verdadero no es selectivo, no busca perfección o condiciones. Se da sin esperar nada a cambio, y nos hace sentir amados y valorados por quienes somos.
Susana sigue hablando, pero yo ya no la escucho, perdido en mis propios pensamientos sobre la naturaleza del amor.
The post El amor inmutable. Por Carlos Alberto Leiva appeared first on Juan Botana.
]]>The post El Botero. Por Gabriel Palleres appeared first on Juan Botana.
]]>Y es así, José, vos remà, hacelos cruzar el riachuelo por unas chirolas. Y ahora que estás en la orilla, levantà la vista. ¿Lo ves? El puente Nicolás Avellaneda está ahí, te va a cagar el negocio, pero vos seguí, José. Ya tenés lleno el bote, entonces, cuando estés a mitad de camino y la niebla repentina se entremezcle con el silencio, vos recordarás el día glorioso del ascenso de San Telmo, cuando la gente cantaba tu nombre y las minas se abrían de piernas… “Y es acá, José, sí, José, acabame acá”, te decían y pensaban que tu semilla era el origen de la fortuna. Y pensar que todo ese mambo terminó en dos años, cuando descendió San Telmo y te lesionaste, José. Y tus potenciales semillas nacieron José, y a veces los llevás en el bote, y el silencio de la mutua indiferencia es relajador. Y en el fondo, saber que vos no sos el padre de esos críos, que el padre de esos críos fue una supuesta promesa del balompié es liberador. Todo eso es relajador, y respirás hondo ese puro olor a mierda, y la neblina que te envuelve y te lleva al pasado.
Y luego chocàs con el muelle, y la gente baja y entonces el bote se vuelve a llenar y tus brazos inútiles vuelven a remar, y la niebla en la jeta, un pretérito campo de fútbol y la gambeta presente, que dejaba de garpe a los rivales; y de repente se erigió el arco, y tus piernas como indefinidas oscilaciones; y al instante, ¡paf!, madera contra madera, y el muelle de nuevo; y la gente baja y te putea, entonces los mandas a la mismísima mierda.
Un viento agresivo te silva en el oído…, pero vos, seguís gambeteando… y el arquero abre los brazos …, y la tribuna canta tu nombre …, y las mujeres acarician su vientre…, y el agua con olor a mierda te salpica; y el muelle, ahí, y la gente baja, y de repente la isla para ellos. Entonces sube una pareja; y los remos empiezan a zigzaguear, pero tu pensamiento no está, porque como cantaba el polaco: “Tu vida es el ayer que te detiene en el pasado”. Y de pasado hablamos en aquel partido contra Huracán cuando tenías que definir. El arquero era un manojo de miedos. Y, vos, reconócelo, canchereaste, tiraste una rabona, que fue a parar a la tribuna. Y la hinchada se acordó de tu mamá, y te acordaste de los ravioles de los domingos; y la hinchada a grito pelado: “La puta que te parió”, entonces, vos, te cebaste y buscaste la redención.
Y detrás de la niebla solo está el muelle y ese camino angosto de maderas putrefactas, que guían a la pareja; y entonces tiràs los remos y empujàs el bote, y la gente del muelle te putea, consecuentemente aflora en vos “que te recontra”. Y la niebla te humedece el pelo. El bote sin rumbo amaga para el puente, pero también para la ribera. Y tus ojos enormes se clavan en el cielo; y los astros cantan tu nombre, pero luego de la rabona te putearon; y quisiste ser más ,y fue al soberano pedo, y eso te calentó y fuiste contra el delantero de Huracán; y este se chivó, y cuando tus piernas volvieron a ser aclamadas, y tu nombre nuevamente vitoreado; el delantero del globo te pegó una zurda en los meniscos que te dejó, como ahora, en medio de un camino a la deriva, mirando el cielo plomizo y rodeado de voces y de supuestos hijos y supuestos admiradores. Sí, fue esa zurda en los meniscos que te resumió a lo que sos hoy: un etcétera navegante. Un etcétera que mira el cielo y busca un susurro que todavía lo recuerde.
The post El Botero. Por Gabriel Palleres appeared first on Juan Botana.
]]>The post El viejo de la bolsa. Por Hugo Frankenstein appeared first on Juan Botana.
]]>El loquito de mi barrio no era ninguno de esos. Este más bien era uno siniestro porque caminaba por el barrio en silencio, cargando una pesada bolsa negra. Los vecinos le decían “el viejo de la bolsa”.
Salía de su casa tres veces al día, una a la mañana, otra a la tarde y una última a la noche. Salía siempre cargando su enorme y pesada bolsa negra. Su poco trato con los vecinos generó todo tipo de sospechas sobre su persona. Y las especulaciones se convirtieron en rumores, y los rumores llegaron a alarmar a más de uno cuando a alguien se le ocurrió imaginar que dentro de esa bolsa llevaba un cadáver.
Desde ese día nadie se le quería acercar. Los padres en las plazas aprovechaban que aquel hombre daba una de sus tantas vueltas por el barrio para amenazar a sus hijos: “si se siguen portando mal el viejo de la bolsa se los va a llevar”. Confieso que fui el culpable de la bochornosa situación que sucedió después con el viejo de la bolsa. Me dejé llevar por los rumores a tal punto de que mi curiosidad no me dejaba dormir por las noches.
Fue así que una vez me lo crucé por el barrio caminando por la misma vereda que yo. Fingí tropezarme y lo choqué con mi cuerpo. El hombre trastabilló y soltó la bolsa, que era tan pesada que reventó en el suelo. Los vecinos sorprendidos no dudaron en acercarse a las corridas. El hombre se tapó la cara de la vergüenza. Pero resulta que en la bolsa no había mas que cartas. Miles y miles de cartas dedicadas a ninguna persona en particular. Y todas las cartas comenzaban igual: perdón.
The post El viejo de la bolsa. Por Hugo Frankenstein appeared first on Juan Botana.
]]>