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]]>“Librito Picasesos” de Rita Frank es un libro de comienzos o de volver a empezar. Así lo recibí el día que me lo dio o mientras lo fui leyendo. Y fueron dos o tres veces. La primera en mi casa y la segunda en un viaje.
El libro se sostiene en muchas de las categorías que negaría de antemano “empatía”, “quererse”, “presente”, “aquí y ahora”, “amor propio” o “Maitri” en palabras de Rita. Por inconsistentes, pero que funcionaron en mí en el momento preciso que estoy viviendo.
Quizás si el libro me hubiera llegado en otro momento lo hubiera dejado guardado en mi biblioteca o lo que es peor en una caja de cartón donde dejo los libros que no voy a leer. Por catalogarlo de autoayuda.
Sin embargo, el libro no es eso. Ni siquiera tiene ánimo de verdad absoluta ni que la experiencia personal de Rita sirva para ser tenida en cuenta por otros. Tampoco es un desahogo ni una mera catarsis por que sí. El libro sirve -y lo digo a título personal- para repensar nuestras vidas de acá en adelante. Para mantener vivo ese espíritu emprendedor.
“Librito Picasesos” no se va en adjetivos ni en ejemplos precisos, tampoco en descripciones interminables. Va al hueso, como esos vendavales que levantan polvareda desde el suelo para que cierres los ojos y pienses. O lo que es mejor, para que sientas, huelas o llores lo que tengas que llorar.
Tal vez venga para que te pares derecho. No viene para negar el pasado ni lo hecho. Se queda. Como esas caricias que te abrazan el alma una noche o dos.
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]]>Este volumen reúne las reflexiones de un psicoanalista azorado. Incrédulo aún por las vicisitudes de este país en el que incluso los más pobres, excluidos, rapis y uberizados diversos han votado a la extrema derecha.
Desde hace varios años dedico algún tiempo a participar en la prensa escrita. Página 12 y Perfil, en Argentina, y Diario La Razón de México son medios en los que he publicado columnas de psicoanálisis con cierta frecuencia, en un lenguaje que he querido accesible no solo para los colegas.
No hace mucho, conversando con amigos, no sin sorpresa, caí en la cuenta de lo siguiente: desde que Milei ganó las PASO de 2023 hasta la fecha, mis artículos en esos medios ya no han sido sobre psicoanálisis. ¡Desde setiembre de 2023 hasta la fecha me he convertido en un psicoanalista que escribe sobre política!
Ya mismo me corrijo: soy un psicoanalista que escribe sobre lo que la política de su país le provoca, sobre las reflexiones a las que accede sin ser un politólogo ni un periodista especializado en el tema.
Cuando no estoy ocupado en el consultorio ni en actividades académicas, escribo artículos sobre lo que pienso no solo como psicoanalista, sino como ciudadano argentino.
Como psicoanalista no se me escapa, como tampoco se les pasará por alto a mis colegas, que escribir sobre estos temas es mi modo de tramitar el malestar, la notoria preocupación ante la actualidad política de nuestro país.
Compilo aquí algunos artículos que publiqué en los medios mencionados entre setiembre de 2023 y febrero de 2025. Considero que delinean los antecedentes del episodio de la estafa con la criptomoneda $Libra en la que están involucrados el presidente Milei y Karina, su secretaria, además de su hermana. En este sentido, se trata de una especie de precuela de la criptoestafa.
“Karina ataliva”, artículo referido a ella, el último de esta serie que precede la “Adenda para psicoanalistas”, señala el punto de llegada de esta crónica, justo apenas empezada la saga de la criptoestafa. Esto es también un modo de señalar que no me explayaré sobre ella, porque recién comienzan las investigaciones al respecto.
Debajo del título de cada artículo, incluyo un breve proemio que repone el contexto en que fueron escritos.
Martín Alomo es psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis (UBA). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020).
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]]>Juan Botana enciende, pone primera y arranca a manejar kilómetros y kilómetros de palabras donde una se enlaza con la otra y así, sucesivamente, construye este camino de vidas desamparadas, locas, amorosas, obsesivas y nostálgicas.
Buenos Aires, la geografía, su extensión y sus límites invisibles, sus barrios, las calles que se cruzan, esquinas donde los personajes quedaron anclados, un recuerdo triste, la añoranza de un amor que ya pasó, una pelea de perros, un partido de ajedrez, los lazos filiales, la crianza, el desamparo, el deseo prohibido, los sucesos descontrolados.
Cada crónica es detallada, minuciosa, con nombres, fechas, es la forma de la escritura la que hace liviano el viaje aunque lo que haya para decir no sea feliz. Un narrador nostálgico va abriendo mamushkas y se luce cuando su voz se vuelve poesía, ahí, en el momento justo donde se necesita un poco de aire para salir a la superficie.
A Botana no se le escapa nada, va para un lado del mapa y cambia para el otro con un volantazo entre lo que es público y lo que es privado, con la valentía de hacer de la lectura una cruzada amable pero también un luz cruel sobre seres invisibles.
Me pidió temeroso que lea este libro y acá estoy, tratando de serle fiel a un poeta que es verborrágico e incorrecto, que destapa velos, que vivió muchas vidas y que deja en alerta al lector.
Definitivamente una voz alta, un grito que sale de las entrañas y te hace abrir los ojos y mirar.
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]]>Pasaba por La Alameda cuando vi un vendedor ambulante que ofrecía a la venta “Mi amiga Gladys” de Pedro Lemebel. Me dijo que era original, pero eso no me importó. Pensé que estaba en Chile, qué posibilidades reales tenía de conseguirlo en la Argentina, lo busqué en internet, no lo encontré y lo compré por 8.000 chilenos. Algo así como 6.500 pesos argentinos.
Gladys es Gladys Marín, militante del Partido Comunista chileno y candidata a presidenta en 1.999 por la Unidad de la Izquierda. Líder de tantas movilizaciones, marchas y protestas contra el neoliberalismo y el pinochetismo a favor de la lucha obrera y callejera.
Pedro es Pedro Lemebel, escritor y cronista chileno, quien a través de sus libros me enseñó narrar tal cual lo hago hoy, buscando metáforas donde no las hay y poniendo el ojo donde incomoda.
Mi amiga Gladys es un libro más íntimo y testimonial que literario. Pero conserva pinceladas de la pluma adjetiva de Lemebel, especialmente en la primera crónica que da título al libro y en pasajes tales como “Pero más que aguas desbocadas que perpetúan una sola dirección, son voces, arrullos, gritos, discursos como el de Gladys, que en su polifonía oprimida esperan llegar al mar” (Mi amiga Gladys).
O “Nunca entendí bien la reacción de Bolaño esa noche, pero ese hecho marcó para siempre nuestra afectuosa relación. Él se fue a España y yo me quedé junto a Gladys en su continua lucha callejera. Jamás me arrepentiré de haberla elegido, mi corazón no es un libro abierto. Más bien se parece al cartel ajado donde impunemente se amohosan los rostros de la desaparición” (Mi corazón es un libro abierto).
O “QUIERO RENDIR UN HOMENAJE A TODAS LAS MUJERES TORTURADAS EN LA DICTADURA DE PINOCHET A NOMBRE DE TU HERMANA CARMEN CARCURO Ahí yo retrocedí un paso, temiendo que el metro noventa del colorín se me viniera encima, pero se quedó impávido, un segundo, sin entender; o quizás descolocado por el gol que le pasé, en su propia cara y para todo el país” (Inolvidable rareza).
O “¿Y por qué te gusta tanto ir a esa fiesta religiosa a ti que eres comunista?, la encaré una tarde a Gladys, y ella me miró con esos grandes ojos atentos, y luego, dirigiéndose a la Virgen de Guadalupe que le habían mandado de México, me contestó: en el asunto de la fe popular hay tanto por aprender, Pedro. No podría pensar que yo tengo la verdad en esos asuntos. Tengo respeto y no conozco todos los misterios de este culto que se sacrifica, que sube hasta Andacollo a pedir algún favor, algún milagro” (Navidad en Andacollo).
O “Pero nosotras somos más folklóricas, Pedrín. Y rockeras, agregué con una mirada rebelde. Y cumbiancheras, acentúo mi reina con su risa de cascabel que me sigue sonando en el ayer; tan fresca y libertaria como una cascada de pájaros” (Con Gladys en la Ópera).
Y terminar “Hace un año que no estás y parece un siglo. Hace un siglo que te fuiste y cada noche dejamos la puerta entreabierta por si quisieras regresar” (La ternura insolente de tu mirar).
Al libro lo publicó Seix Barral después de la muerte de ambos. Los textos dedicados a Gladys iban a ser parte de “Háblame de amores”, pero dada la cantidad y el vínculo que los unía decidieron dejarlo para un volumen independiente.
Luego Pedro murió y la editorial cumplió con su deseo de homenajearla a través de su escritura. Urgente, como dice Alejandro Zambra en la contratapa del libro, como las canciones de Silvio, como la señora que vendía cajitas de fósforos en la calle Lastarria en Santiago y al ver que yo llevaba el libro en mis manos me dijo: “Acá tengo cajitas con la foto de Pedro y acá de La Gladys Marín”.
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]]>Volví a la facultad de más grande después de haberla dejado dos veces y en el teórico de Taller de Periodismo de la carrera de ciencias de la comunicación de la UBA conocí a Osvaldo Baigorria. Un tanto andrógino para mi cabeza aún no deconstruida.
Pero él hablaba de la crónica, en especial de la crónica de Pedro Lemebel, y de la escritura de Néstor Perlongher. Y yo harto de tanta noticia dura, el tema me interesó
Y como me gusta la lectura anduve por librerías tratando de conseguir algún libro de Pedro, de Néstor y de Osvaldo. Y fue ahí que conseguí los libros “Anarquismo Transhumante” de Osvaldo Baigorria; “Loco afán” de Pedro Lemebel; y “Un barroco de trinchera” de Néstor Perlongher. Un poco para estar en tema y otro poco por curiosidad.
El libro de Néstor fue el único que conseguí en una librería-bar de la calle Nicaragua en Palermo. Ahora tengo también “Prosa Plebeya” y “Poemas completos”. Me parece que la librería era Dain Usina Cultural, pero no estoy seguro. Lo cierto es que el vendedor lo encontró de casualidad entre una pila de libros. Llegué a mi casa y lo leí. Y hace poco lo leí de nuevo.
En primer lugar, no se sabe si el libro pertenece a Néstor Perlongher o a Osvaldo Baigorria, ya que se trata de cartas escritas por Néstor (n, néstor, Néstor, Rosa, Rose, según se autonombra en las cartas); a Osvaldo (Osw) y a Milu (Miluz, la Concha) entre 1978 y 1986.
Cartas personales enviadas por Néstor Perlongher a Osvaldo Baigorría desde Buenos Aires, Avellaneda o San Pablo a Canadá.
Cartas privadas que Osvaldo guardó y por esas cosas de las editoriales, ventilar la vida privada a cualquier precio y traicionar a un amigo publicó Mansalva. Digo traicionar porque quién sabe si Néstor hubiera estado de acuerdo en que fueran publicadas.
Al leer el libro me aparecen preguntas 1) ¿De quién son las cartas que a uno le escriben? 2) ¿Está bien publicarlas? 3) ¿Una carta escrita por un escritor es literatura? 4) ¿A quién le interesaría leer un libro así?
Empiezo por la cuarta respuesta que es la más fácil. A mí se ve que me interesó porque buscaba un libro de Perlongher, pero no su vida privada. Por más que en este tipo de escritores se mezcle su activismo político sexual con la escritura y pretendan decir e investigar más que escribir. Intenten denunciar, esclarecer, mostrar y para eso utilizan la palabra y el cuerpo. La censura a lo dicho cuando perturba y la represión a los cuerpos durante la dictadura militar. Pero también patriarcal a los maricas. Y sumen lo sexual al reclamo político.
La tercera respuesta está en duda, pero no todo escrito es literatura y menos una carta privada. Así la haya escrito un escritor conocido. Además, por entonces Néstor Perlongher no había publicado libros. Recién había editado “Austria-Hungría” pagado por el él. Había sido premiado algún poema suyo por la SADE. Empezaba a gestarse lo que fue el poemario “Parque Lezama” y comenzaba a circular su poema “Cadáveres”. Una maravilla para la época por su sentido de denuncia y sonoridad. Quizás uno de los mejores poemas que haya leído en mi vida. Pero tal vez es el único escrito literario en la obra de Perlongher. El resto es sociología (Michés, sobre la prostitución masculina), ensayo (Evita, Malvinas), denuncia colectiva o individual (Deseo y política) y expresión personal (Santo Daime, Ayahuasca o exceso barroco en sus gestos y escritura).
A la pregunta si está bien publicar las cartas. Entiendo que no. Pero a mí no me las mandaron. Osvaldo las tenía y en eso de hacer públicos actos privados las entregó a una editorial. Pasa mucho cuando la obra del autor es más la persona que su obra. Perlongher no tiene una gran obra. Es más, la mayoría de sus textos fueron publicados después de su muerte por amigos. Y si no fuera por personas como Osvaldo Baigorria, Christian Ferrer o Roberto Echavarren, sería poco conocido. Supongo que a todos ellos los traicionó ser más gestores culturales, investigadores o periodistas que amigos o escritores.
La primera pregunta es a mi entender la más difícil. Las cartas que a uno le escriben son de uno y del que las escribió. Pero ninguno de los dos debería tomar una decisión sin el consentimiento del otro. Baigorria se lo pregunta en el prólogo del libro Un barroco de trinchera, pero decidió hacerlo creyendo que Néstor hubiera querido. No sé.
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