Un sendero de piedras no es un simple camino,
es cúmulo de esfuerzos
y cada roca por pisar, una estrategia.
El trayecto
demora a los que yerran, consecuentes,
malhiere al que dubita,
sepulta al que no siente
que un centímetro ganado es una vívida
experiencia sin par.
Así, la muerte
nunca llega a los que aprenden del silencio.
Ellos lo captan, lo interpretan
y buscan explicar sabores de misterios.
El camino no es largo : es siempre el mismo.
Y aquel necio que lo transita fácilmente
( soberbio, enceguecido )
avanza sin criterio si conoce los recodos
pero nunca se cimbrea con los sismos.
Por eso, ensombrecido, se apoca en las simientes
transido de dolor, pues se le antoja
que los atajos robaron sus ventajas
y espera ganar en el siguiente , y el siguiente…
Sin embargo
el dócil artesano
de veinticuatro horas bien cumplidas
en términos humanos,
el que honra cada uva de la viña,
aquel que se empeña en la verdad,
el que duerme al final de cada tramo
flamante de inocencia, avanzará.
Realmente.
Porque el progreso no arraiga surco arriba
sino en profundidad.
Porque la altura se mide desde adentro
y no en el más allá.
Las piedras serán cada conquista
con las que todos podremos señalar
no las llagas de rencorosos ayes
sino la irrepetible realidad
de haber vivido también con cada herida
y de haber sabido soportar
el desafío de sentirnos dioses
y haber vencido,
después de mucho batallar
en la guerra de saber que no podemos,
que no debemos siquiera imaginar
un mundo tan vacío como entero
donde nunca nos toque reaccionar.
Un sendero de piedras es la vida,
y aunque hiera, se puede superar
con la magia del otro, o la poesía,
sin sermones, sin prisas, sin parar.